Las situaciones difíciles a nadie le gustan, pero son parte de la vida. Diego está creciendo y con ello vienen otros retos. Últimamente se ha despertado más veces en la noche y no ha sido tan fácil que se vuelva a dormir luego luego. Hay veces que se despierta a las 4:00 am y se pone a cantar y a platicar como si fueran ya las 8:00 de la mañana.
Por otro lado, él bien sabe cómo conseguir lo que quiere. Y en este caso me refiero a que le encanta que lo carguen y se ha acostumbrado mucho a los brazos, de quien sea, en todo este tiempo que hemos estado aquí en México. Esta mañana mis suegros regresaron a Canadá y Jay se fue a trabajar al archivo, así que yo me quedé sola con Diego. Me puse a hacer el quehacer de la casa y tuve que poner a Diego en la cama, pues no tardó ni un segundo cuando empezó a llorar y llorar a tal grado de hacer su primer berrinche pero en serio. Su objetivo era que lo cargara y lloró y lloró como por más de 5 minutos. Me resistí todo ese tiempo pues la semana que entra no habrá más brazos que lo puedan cargar. Regresamos a Canadá, entonces su abue y sus tías no estarán ahí y Jay estará en Providence Rhode Island por dos meses. Como no pude aguantar más viéndolo y escuchándolo llorar lo cargué. Al instante de que lo cargué, mágicamente dejó de llorar y su llanto se convirtió en sonrisas.
Puedo predecir que habrá muchas más lágrimas en las días entrantes. No me gusta pues eso incomoda mi corazón, pero sé que ésto también es parte de la paternidad.
La tarde le pintó mejor a Diego, su tía Mely y Jene y su abue le regalaron un pants de la UNAM y otro trajecito de Pumas. Como buen hijo de pumita, Diego ya está listo para irse a la UNAM.
