Cada vez que vamos a comer oramos antes por los alimentos y esta mañana no fue la excepción. Ya estaba todo listo en la mesa, tomé las manos de Diego, cerré los ojos y di gracias por los alimentos. Éstos días que Jay ha estado en México también oro por que este bien allá. Cuando oré esta mañana olvidé pedir por Jay, terminé y solté las manos de Diego, pero cuando yo había terminado, Diego tomó mis manos nuevamente, y dijo "papá, amén" y soltó mis manos. Este gran gesto de amor conmovió mi corazón increíblemente.
Aprendí una gran lección, primero no olvidar orar por mi esposo y segundo Diego pone atención a todo. A veces uno quiere inculcar buenas cosas en los niños pero uno no sabe si realmente entienden la idea o si ponen atención a lo que uno les esta enseñando. Me doy cuenta que nada es envano y esta fue una gran muestra de lo que se puede cosechar en el futuro. Amén.