Desde que Diego aprendió a gatear descubrió un entretenido pasatiempo, el cajón de mis calcetas, y le sigue gustando hasta a la fecha. Es el primer lugar al que se dirige cuando entra en nuestra recámara; lo bueno es que por lo menos ahora recoge su tiraderito.
Me encanta ver la emoción de Diego cuando estoy preparando las cosas para bañarlo. Pareciera que nunca ha visto el agua y que nunca se ha bañado. Agita y agita sus manos como si fueran alas de pajarito y hasta hace el intento de meterse a la tina. Tan desesperado es que no puede esperar a que lo desvista. Esta noche, él me ayudó a traer su shampoo y jabón. Me encanta su olor de bebé, aunque ya no es bebé, pero el olor aún lo conserva.