También ampliamos su colección del tren, a petición de Jay. No se si fué un regalo para Diego o para Jay, pues no se quien lo disfruta más.
Una anécdota que estuvo muy tierna esta mañana estando en la iglesia fue que cada vez que terminábamos de entonar un canto, Diego aplaudía con mucha satisfacción y alegría. Estuvo chistoso pues todos estaban callados y solo se oían las pequeñas manos de mi niño aplaudiendo.